Reseña de la tertulia de la FPS, 13 de diciembre, 2021
La delicadeza, David Foenkinos
Hay veces, en el contexto de una tertulia literaria, en que el moderador siente una especie de vértigo. Me refiero a ese rato en que está sumido en la segunda lectura del libro propuesto y constata que no le gusta tanto como la primera vez, que la obra no da tanto de sí como él creyó entonces. En esas ocasiones, acude a la sesión menos convencido que de costumbre, resignado a ser reprendido cariñosamente por las lectoras.
Quizá por eso, en la tertulia del 13 de diciembre hubo una sorpresa agradable desde el principio. Sí, porque el coordinador enseguida advirtió que la novela de David Foenkinos les había gustado bastante a ellas. He ahí una de las felicidades de este tipo de encuentros, el hecho de que las opiniones entusiastas de la mayoría acaben salvando el momento.
Carmen Laparte había visto la película antes de leer el libro. En cuanto supo que sería tratado en la tertulia, se zambulló en él con ilusión y, sobre todo, con la curiosidad por comprobar qué palabras había empleado el autor a la hora de expresar lo que ella había conocido en forma de imágenes. En ese sentido, Carmen se alegró al confirmar que la novela incluye una serie de observaciones sencillas y brillantes del narrador acerca del amor en general y de la relación entre Nathalie y Markus en particular.
Olga, por su parte, destacó la personalidad de Markus. Dijo que resulta muy verosímil el hecho de que Nathalie, después de la muerte de François y del rechazo que le provoca alguien como Charles, se enamore de un hombre diferente, de una persona natural, agradable y con sentido del humor como el sueco.
María hizo referencia a un aspecto singular de La delicadeza, a ese registro distinto que suponen las letras de canciones, listas de cosas, menús de restaurante, citas y otra clase de fragmentos breves que va insertando el autor a lo largo del texto. Y es que, como ya intuía María, todo eso cumple una doble función en la novela. Por un lado, es un elemento rítmico, una especie de canción cuyas estrofas están repartidas por todo el libro. Por otro, es un contrapunto ligero, frívolo y de cierta trivialidad frente a la parte seria de la historia. Gracias a él, se contiene un posible exceso de dramatismo en el que podría haber incurrido el autor, se crea un efecto emocionante sin tintes trágicos.
Carmen Cueto se encargó de recordar que el libro tiene sus defectos, su vertiente no lograda. Y es bueno que sea así, que se mencione lo fallido. Es oportuno subrayar que hay tópicos en algunas reflexiones, cierta cursilería en las metáforas sobre el amor, en la comparación que se establece a ratos entre aspectos del tiempo meteorológico y momentos o escenas de la relación sentimental. En otro orden de cosas, Carmen también acertó al comentar que el cambio en el personaje de Nathalie es poco creíble, cómo pasa de ser una empleada sin grandes ambiciones a una jefa estricta con todo un equipo bajo su mando.
Algo parecido dijo Natalia de Chloé. Dijo que no resulta verosímil el descaro con que la empleada trata a su superior, la manera en que se entromete en su vida privada. Además, el autor no saca el suficiente partido de ese personaje, que habría merecido un mayor desarrollo en el contexto de la relación entre los dos protagonistas. Por otro lado, Natalia dijo que el desenlace es un poco precipitado, acelerado, propio de algunas películas.
Anna se mostró de acuerdo con casi todo lo que se había dicho hasta entonces. Destacó la originalidad de algunas escenas, el modo en que se conocen Nathalie y Markus, la forma en que ella rechaza a Charles, la espontaneidad de esos besos iniciales entre los protagonistas que, aunque parecen inopinados, persuaden al lector de la peculiaridad del sueco y de la relación que va a tener con su jefa.
Ah, y es importante contar con un buen final, sobre todo en una historia de amor. Es el caso de La delicadeza. En eso hubo consenso entre las contertulias.
En cuanto al moderador, a esas alturas de la sesión ya estaba muy contento con el resultado de la misma. No sólo había olvidado el pequeño temor con el que había llegado esa tarde, sino que se permitió el lujo de cerrar el encuentro con los versos de un tema musical de Stephen Stills:
And if you can’t be with the one you love, honey,
Love the one you’re with, Love the one you’re with.
Ignacio Lloret, 15 de diciembre de 2021